viernes, 7 de noviembre de 2014

Beatificación de mons. Romero



Beatificación de Romero


Eduardo de la Serna



A raíz de la beatificación y luego canonización de Juan Pablo II escribí, en su momento una breve nota (http://blogeduopp.blogspot.com.ar/2014/04/canonizacion-de-juan-pablo-ii.html); allí señalaba, en síntesis, que es justo afirmar que hay santos que no son de mi devoción.

Y – a su vez – que hay otras beatificaciones o canonizaciones que me alegrarían más. La de Juan XXIII es un ejemplo de ello. 

Ciertamente esto no es todo. Por aquello de lo que Max Weber llamaba “rutinización del carisma”, es habitual que muchas veces al presentarse un santo o santa como modelo, se lo presente ya “domesticado”. Algo de eso pudimos ver en la beatificación del cura Brochero (y sobre eso escribí en http://blogeduopp.blogspot.com.ar/2013/09/cura-brochero.html) y algo no muy diferente parece verse a raíz del reciente libro sobre Pancho Soares, ahora propuesto como “cura modelo” para la diócesis de San Isidro (http://blogeduopp.blogspot.com.ar/2014/11/libro-sobre-pancho-soares.html). “Domesticar” a un santo o santa es – lamentablemente – un intento frecuente, pero…

Pero más allá de lo dicho, de lo mostrado, de lo que se propone, la presencia del Espíritu en la vida y testimonio de alguien sobrepasa constantemente las “paredes” (o “muros”) con que se lo encierra. Brochero es más, ¡mucho más!, que lo que se dice de él; Pancho Soares también.

Ahora, se afirma, en el 2015 será beatificado monseñor Romero (un santo de mi devoción). No es nada improbable que, al menos desde muchos sectores eclesiales, se intente domesticarlo, callar palabras y compromisos, militancias y martirio. Pero la santidad de “monseñor”, su compromiso, su vida, su teología, su “ser pueblo” y su martirio difícilmente podrán ser domesticados por más palabras con las que se lo rodee, o por más que se diga “esto sí” – “esto no”. Como dijo Ignacio Ellacuría (otro mártir) y repite Jon Sobrino, “con Romero, Dios pasó por El Salvador”. Y no está mal que la Iglesia reconozca los pasos de Dios por la historia.

Celebramos la beatificación, no tanto por el pueblo que ya lo ha “canonizado”, como por lo que significa – aun sin saberlo, o sin quererlo – para la Iglesia. Recuerdo cuando el cardenal Amato vino a Argentina para beatificar al indígena Ceferino Namuncurá, a quien el pueblo ya había canonizado, un cartel muy significativo: “¡Gracias, señor cardenal por beatificar a nuestro santito!” Quizás América Latina entera deba desplegar un cartel semejante en la próxima beatificación. Quizás – y con razón teme Jon Sobrino – haya quienes presenten un Romero light, o lavado… pero el Romero que vive en el pueblo, el Romero de la memoria, el Romero de la sangre, sin duda allí estará gritando “en nombre de Dios y de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo”. Y a ese Romero seguiremos recordando y celebrando.


Dibujo tomado de servicioskoinonia.org

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