sábado, 19 de diciembre de 2015

OC 14 El fin de una generación

Los desafíos de los nuevos tiempos

Eduardo de la Serna


  
            En varios artículos hasta aquí hemos ido mostrando la osadía evangelizadora del cristianismo de los orígenes, especialmente de san Pablo. Sin embargo, el movimiento de Jesús, a medida que siguió pasando el tiempo, enfrentando nuevas situaciones, viviendo distintos desafíos, empezó caminos nuevos. Algunos de ellos eran impensados en los tiempos primeros. Veamos algunos ejemplos, iluminados con textos de esta nueva época:

            En el año 64 -por motivos que no es el caso señalar aquí- Nerón empieza una persecución a los cristianos de Roma. Desde hacía ya tiempo que estos se habían establecido allí, y muchos discípulos importantes habían pasado por la ciudad, o se habían establecido en ella, seguramente aprovechando el enorme potencial evangelizador y misionero de su ubicación geográfica por aquello de que “todos los caminos conducen a Roma”. Es el caso de Pedro (ver 1 Pe 5,13), y probablemente también el de Pablo. La persecución acabó con aquel que era una suerte de “vocero” de los Doce, el grupo simbólicamente fundacional del movimiento de Jesús, y quizás también con el gran evangelizador de los paganos.

            Peleas internas entre los judíos, y una mala administración de los gobernadores romanos provocaron –en Israel- un clima de tensión cada vez mayor. En el año 64 un sumo sacerdote asesina a Santiago, de Jerusalén. En el año 66 comienza un violento levantamiento judío contra Roma que provoca una reacción romana, una intervención militar y finalmente la destrucción de la ciudad santa de Jerusalén y su Templo en el año 70 (ver Mt 22,7).

            Así, a nivel simbólico, tanto los judíos como los cristianos -que seguramente todavía no se distinguían demasiado entre sí- se encontraron muy pronto sin “referentes”. Y surge la pregunta existencial: ¿Qué hacer ahora?

            Sin duda, uno de los elementos fundamentales para dar esa respuesta será el intento de profundizar la propia identidad, ¿quiénes somos? ¿Qué decimos de nosotros? Es acá que cristianos y judíos empiezan lentamente a distinguirse y diferenciarse (ver Jn 9,22; 12,42), aunque la ruptura todavía tardará muchas décadas en producirse, y no fue igual en cada región.

            Desaparecidos los pilares del movimiento de Jesús, como buenos judíos que eran, estos empiezan a recurrir a los “ancianos” para que comuniquen su sabiduría y su memoria; algo fundamental para saber quiénes somos. De algunos ancianos se pretende que tengan cuidado pastoral, atención de las necesidades de los diferentes miembros de las comunidades; de otros, se pretende que presten servicios, sea en la atención de los pobres, el bautismo, la evangelización. Es así que en algunas comunidades se empieza a hablar de servidores y servidoras (en griego diáconos), y de “vigiladores” (en griego episkopos). No es improbable que esto haya nacido especialmente en las comunidades fundadas por Pablo donde desde el comienzo habían ido surgiendo diferentes ministerios, especialmente relacionados con la palabra. En otras comunidades, quizás también cercanas a cierta tradición paulina, empiezan a destacarse los ancianos y ancianas (en griego presbíteros, Hch 14,23; 21,18; Tit 1,5, y presbíteras, Tit 2,3; 1 Tim 5,2). En términos sencillos podemos afirmar que el movimiento de Jesús comienza a organizarse, a estructurarse (aunque una estructuración uniforme, universal y “jerárquica” recién ocurrirá en el s.III). Algo semejante ocurrirá en este tiempo también entre los judíos con la aparición de los rabinos (también en la búsqueda de dar respuesta a las preguntas que recién señalamos).

            Parece que en otras regiones la organización y estructuración fue distinta, pero ésta fue la más habitual, que se fue volviendo más y más internacional, fue siendo muy común en el s.II y luego “oficial” en el s.III: episcopos, presbíteros y diáconos.

            Mirando con atención el libro de los Hechos de los Apóstoles notaremos que los “presbíteros” empiezan a encontrarse –desde el principio- junto a los apóstoles y junto a los primeros predicadores, como es el caso de Pablo (pero tengamos presente que el término “presbíteros” jamás se encuentra en las cartas de Pablo). Es precisamente algo importante en Hechos que pretende mostrar una estrecha continuidad entre el tiempo de Jesús, el tiempo de los Apóstoles (que para Hechos son los Doce), los primeros predicadores (como Pablo, a quien presenta en importante paralelo con Pedro) y ahora los presbíteros (ver Hch 20,17-38); es decir, los agentes de la evangelización son presentados, en Hechos, como eslabones de una cadena en el que uno remite al anterior. El tiempo de la Iglesia, que comienza con la ascensión, es tiempo de anunciar el evangelio y ser testigos (1,8), como lo hicieron los Apóstoles (que ya están muertos cuando Lucas escribe), Pablo (también probablemente muerto) y “hoy” los presbíteros.

La inmensa creatividad, osadía y búsqueda constante de ser fieles al impulso misionero y evangelizador de los primeros cristianos, continúa en la Iglesia más estructurada. Muchas veces la estructuración frena los impulsos, limita las osadías, anula la creatividad. Lucas destaca claramente que el mismo Espíritu Santo –el gran protagonista de su obra- que acompañó al profeta Jesús en su ministerio, también acompañó a los primeros seguidores, y los primeros evangelizados, y acompaña también “hoy” a los presbíteros para que sepan dar respuestas siempre proféticas, creativas, osadas y fieles al anuncio de la buena Noticia de Jesús y a los tiempos y regiones siempre nuevos y desafiantes.


Foto tomada de http://malabaresman.wordpress.com/category/uncategorized/

No hay comentarios:

Publicar un comentario