sábado, 19 de diciembre de 2015

OC 19 Lucas (1)



Lucas escribe en dos tiempos

Eduardo de la Serna


El cristianismo de los primeros años, a partir de la dura experiencia de muertes, persecuciones y conflictos, empezó a formularse –como era de esperar- una pregunta necesaria: ¿quiénes somos?, ¿qué pensamos?, ¿qué decimos de nosotros mismos?, ¿cuál es nuestro aporte, qué es lo propio nuestro?

Como es obvio, y lo hemos ido viendo en notas anteriores, la situación que cada comunidad va viviendo, los problemas y posibilidades, los desafíos y sus capacidades, van haciendo que en una región se destaquen cosas que en otra se disimulan, que se acentúen unas, que se dé importancia a otras. Así, hemos visto las comunidades de los discípulos de Pablo, las comunidades de Marcos o de Mateo.

En alguna región de Europa (se piensa en Roma, o en Grecia), una comunidad va creciendo también. Se nota en ella bastante influencia de Pablo, pero las situaciones que se van viendo son nuevas, y son nuevos los desafíos. Las comunidades ya están mucho más organizadas y estructuradas, ¿de dónde vienen semejantes estructuras?; hay conflictos que parecen pasados, y no se quieren repetir los malos momentos, porque han causado mucho mal en las comunidades; las mujeres parece que se han relegado a un segundo lugar detrás del varón; empiezan a aparecer miembros con dinero en los grupos; hay relajación en lo moral; quizás también estancamiento en el entusiasmo original. ¿Cómo predicar en este contexto? Es a este desafío que intenta responder uno que se atribuye cierta relación o contacto con Pablo y al que hemos llamado Lucas.

Lucas escribe dos libros, el Evangelio que lleva su nombre y el libro que conocemos como “Hechos de los Apóstoles”: el primero, mostrando a Jesús como evangelizador del reino, el segundo mostrando como la evangelización va progresando geográfica e históricamente. Es interesante, y hay que destacarlo, que en los dos tomos, aparece como una especie de “protagonista supuesto”, el Espíritu Santo, que acompaña a Jesús desde el comienzo de su ministerio (Lc 3,22; 4,1.14.18) y a la Iglesia desde el principio de su misión (Hch 1,8; 2,4).

Igual que Mateo, Lucas se vale del Evangelio de Marcos para hablar de Jesús; pero no lo modifica tanto como Mateo, sino que lo amplía y retoca algunos aspectos que muestran no solamente su estilo sino también su intención. Veamos algunos ejemplos: mientras Marcos decía que los primeros discípulos “dejaron las redes” para seguir a Jesús (Mc 1,18.20), Lucas agrega: “dejándolo todo, lo siguieron” (Lc 5,11); mientras Mc decía que el discípulo debe “tomar la cruz y seguirme” (Mc 8,34), Lc acota: “tomar la cruz cada día, y seguirme” (Lc 9,23); mientras Mc decía que Jesús “come con publicanos y pecadores” (Mc 2,16), Lc añade: “ustedes comen con publicanos y pecadores” (Lc 5,30). Ser discípulo de Jesús, para Lucas es de una exigencia total, no hay medias tintas: “el que pone la mano en el arado y mira para atrás, no es digno del reino” (9,62). Para destacar esto, Lucas compone su evangelio en tres grandes partes en la que resalta la parte intermedia como un “gran viaje de Jesús a Jerusalén” (9,51-19,40). Los discípulos deben “ponerse en camino”, pero no cualquier camino, sino un camino hacia allí –Jerusalén- donde el profeta Jesús será matado y resucitará (13,33-34; 18,33). Y es precisamente desde allí, desde Jerusalén, de donde no deben moverse (24,49), donde el grupo de seguidores, una vez recibido en Espíritu, saldrá a evangelizar “hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8).

La comunidad a la que Lucas se dirige debe aprender que el discipulado es exigente, sin vuelta atrás, que ese discipulado exige vivir de una manera clara la misericordia (6,36; 10,29-37; 15,1-32), el perdón (5,17-26; 6,37; 7,36-50; 11,4; 17,3-4; 23,34), la alegría (1,47; 2,10; 6,23; 10,19-20; 13,17; 15,6-10.32; 19,6.37; 24,41), la oración (3,21; 5,16; 6,12; 9,18.28-29; 11,1; 22,41), la misión (9,1-6; 10,1-11; 24,47). Un discipulado en el que las mujeres participan tanto como los varones (8,35; 10,39.42; Hch 22,3; Lc 8,1-3; 23,49.55; Hch 1,14), donde los pobres son privilegiados (6,20; 14,13.21; 16,19-31) y por eso los que tienen dinero deben compartir con ellos (6,24; 12,13-21. 33-34; 14,33; 16,9-13.14; 18,18-27; 21,1-4; Hch 2,44-45; 4,32-37). Esta comunidad que se va gestando en torno a Jesús, se va preparando para la segunda etapa: ser ella misma evangelizadora, como lo fue el Señor. Nadie tiene más claro en el Nuevo Testamento que la comunidad de Lucas que “la Iglesia existe para evangelizar”, como decía el recordado papa Pablo VI.


Dibujo tomado de somos.vicencianos.org

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