sábado, 19 de diciembre de 2015

VC 1. Vanagloria

La Soberbia/ Vanagloria


Eduardo de la Serna

            + Acostumbrada al aplauso fácil, la conductora "de oro" enfrenta un reportaje. Se le pregunta sobre algunos dolorosos casos familiares que, se supone, le preocupan. "Es algo realmente muy difícil ver a mi mamá así -contesta con su superficial locuacidad- pero ya estoy bien, ya aprendí a asumirlo..."
            +  "¡Cómo me gusta que me aplaudan!" dijo en un lapsus (acto fallido) un cantante popular queriendo decir que le gustaba ver a la gente contenta...
            +  "La primera vez que fui al exterior, al caminar por las calles y ver que nadie me reconocía, me pasé toda la noche llorando" afirmó una conocida actriz en un reportaje.
            +  "Fue llamado al orden un juez por falta de recato al mostrarse en una revista de ricos y famosos".
            +  "El sueño de mi vida es ser modelo y desfilar con Karina/Julieta/Nicole... en el desfile de Giordano de este año" (una [¿sólo una?] adolescente).

            La «cultura del raiting» que vivimos, la escasez de profundidad, llevan a que cada vez más nos guiemos -en muchas cosas- por el aplauso fácil, por una extraña necesidad de aparecer.  Se podrá decir que "la culpa no es del chancho..." y no deja de ser verdad: muchos periodistas corren a escuchar más atentamente la voz de Susana Giménez antes que la de Ernesto Sábato consultándola sobre cualquier tema, y ocupa más espacio (en revistas, televisión y diarios) Tinelli que algún filósofo o una pensadora. Es más importante la "vigencia" de Mirta Legrand que la calidad de muchos documentales y más exitosos los aplausos que cosecha un cantante con canciones que parecen exaltar el consumo de drogas, que la presentación de "Romeo y Julieta" en el Colón. Los Medios de Comunicación Social (MCS) dan más importancia a lo que vende (= cosecha aplausos) que a lo que vale la pena por su calidad, y se considera que más vale lo que más vende... Se está en un círculo vicioso en el que quien más "aparece" es quien más importa. No está cuestión si es bueno o no, si es superficial o no, si piensa con seriedad o no. Importa que aparezca. Y lo que importa es aparecer.

            Se elige candidato político, no a quien es más capaz de servir a la comunidad sino a quien puede arrastrar más votos (= raiting), sea cantante, corredor de autos, deportista o lo que sea. ¿Las propuestas? ¡No importan! Por otra parte, para poder triunfar en el mundo de la política hay que "aparecer" en cuanto programa sea posible: almorzando al mediodía, cocinado a la siesta, enfrentando un contra por la tarde y una cámara "oculta" (sic) por la noche. Si no se "aparece" se "desaparece", «¡no existís!».
            Toda esta «cultura del aparecer» lleva a creer (o a mostrar) que nada es más importante que ser reconocido. Más allá de por qué se es reconocido. Hay que entregarse ante las cámaras por un crimen cometido; hay que cantar horrorosamente para pedir un tema musical por la radio; hay que suplicar que "por favor pasen este llamado porque me costó conseguir con la radio (= todos llaman; = todos escuchan)", hay que gritar exultante "¡Hola Susana/Nico/Julián/Pablo!!!". 
            ¿Hace falta señalar que a esas actitudes debemos relacionarlas con la vanagloria?

La Gloria 

            Si estamos hablando de "vicios/pecados", obviamente estamos en el terreno de lo religioso, no de lo meramente social. Por eso, lo primero que debemos tener en cuenta es ver qué nos dice nuestra fe de todo esto que queremos reflexionar. Pero no nos interesa "definir" pecados o conductas "viciosas" para "condenar", sino para profundizar nuestra vida, y para proponer caminos que hagan más felices a los seres humanos. Bastante más felices que el aplauso o el reconocimiento público; bastante más felices que escuchar que nos digan "te vi en la tele", o que poder desfilar en la pasarela junto a tal o cual modelo (¿modelo de qué?) de moda, o tener un auto último modelo (¡y modelo caro!) "en cuanto gane mi primer sueldo triunfando como futbolista"...
            En la Biblia, la Gloria es algo debido a Dios. Para ser más precisos, la "Gloria de Dios" es la manifestación de Dios en medio de los hombres. Así, se manifiesta a través de diferentes signos que podemos reconocer en nuestra historia, a fin de saber su cercanía y su acción salvadora. Los signos nos permiten descubrirlo. "Dar gloria" a Dios, en cambio, es reconocer su soberanía, su grandeza (gloriarse en el Señor o en sus cosas: el Templo, el Arca, la Ley...). Es -obviamente- un acto de humildad, de reconocimiento: reconocemos a este Dios presente en medio de nosotros, presente para salvar (como es su costumbre). Por el contrario, no es bueno dar gloria a quienes no la merecen, buscar glorias que no son nuestras (ver 2 Cr 25,19), o dejar de reconocer aquello que la merece realmente... Es interesante lo que dice el profeta Jeremías:

            «Así habla el Señor: Que el sabio no se gloríe de su sabiduría, que el fuerte no se gloríe de su fuerza ni el rico se gloríe de su riqueza. El que se gloría, que se gloríe de esto: de tener inteligencia y conocerme. Porque yo soy el Señor, el que practica la fidelidad, el derecho y la justicia sobre la tierra. Sí, es eso lo que me agrada, _oráculo del Señor _ » (Jer 9,22-23).
            «Hijo mío, gloríate con la debida modestia y estímate según tu justo valor» (Sir 10,28).
            «El Señor dio a los hombres su ciencia para ser glorificado por sus maravillas» (Sir 38,6)

            Por eso Jesús dice que deben brillar nuestras buenas obras para que los hombres "glorifiquen a Dios" (Mt 5,16). De hecho, gloriarse en aquello que no debe ser objeto de gloria (ver Sal 115,1) -por más bueno que sea- nos pone a las puertas de la idolatría (ver Jer 49,4; Sal 97,7; Dan 5,23; Jdt 9,7). ¿Será por eso que a los "famosos" los llaman ídolos?
La Gloria Vana 

            Todo esto nos enfrenta a diversas actitudes ante la vida: la soberbia, que es la actitud fundamental para caer en el pecado, o la humildad. que es la actitud fundamental para entrar en el ámbito de la virtud. El Corán llama con mucha frecuencia a la Gehena (= infierno) "la morada de los soberbios". La carta de Santiago nos dice que "Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes" (4,6), porque -dice también san Lucas- "dispersa a los soberbios... y eleva a los humildes" (Lc 1,51-52).
            Precisamente, porque la soberbia es la madre de todos los pecados es que santo Tomás prefiere no incluirla entre los "vicios capitales" (es más grave que un "vicio"; está en la raíz de todo, afirma), y sí a la vanagloria (que es una "versión mitigada" de la soberbia). San Máximo, el Confesor, dice:

            «Cuídate del amor propio, madre de los vicios, que es el amor irracional del cuerpo. De él nacen sin duda los primeros tres pensamientos pasionales fundamentales: el de la gula, el de la avaricia y el de la vanagloria, que tiene su origen de las exigencias necesarias del cuerpo; por ellos nace toda la serie de vicios. Es necesario, pues, como se ha dicho, cuidarse necesariamente de este amor propio y combatirlo con mucha sobriedad; destruido éste, son destruidos todos los pensamientos que provienen de él».
            Sin dudas, en la imagen tomista (gregoriana) de la soberbia como "madre de todos los pecados", influye la lectura bíblica de su tiempo ya que la soberbia es considerado el pecado de Adán (querer ser como Dios). Si bien es cierto que hoy no suele leerse de ese modo el texto de Gén 3, sí podemos decir que "no dar a Dios lo de Dios" es madre de pecados, y a eso, en lenguaje bíblico (y lenguaje también frecuente en la reflexión latinoamericana) llamamos "idolatría". Y la idolatría atenta desde la base contra el primero y principal mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios, y sólo a Él..." del cual dependen todos los demás...


            Dejemos, en esta línea, hablar a san Agustín que con su habitual profundidad expresa estas cuestiones de esta manera:

            «... dos amores fundaron dos ciudades; es, a saber: la terrena el amor propio hasta llegar a menospreciar a Dios, y la celestial el amor a Dios hasta llegar al desprecio de sí propio. La primera puso su gloria en sí misma, y la segunda, en el Señor; porque la una busca el honor y gloria de los hombres, y la otra estima por suma gloria a Dios, testigo de su conciencia; aquélla, estribando en su vanagloria, ensalza su cabeza, y ésta dice a su Dios: "tú eres mi gloria y el que ensalzas mi cabeza"; aquélla reina en sus príncipes o en las naciones a quienes sujetó la ambición de reinar; en ésta unos a otros se sirven con caridad»

            Como se ve, por otra parte, la relación entre la vanagloria y la política, ¡no es nueva!

            En la civilización light que nos mueve (y no conmueve), el aplauso fácil es la reina; el placer de ser aplaudido es rey; y el raiting es conde (¡es-conde la verdad de las cosas!). El problema (¡y la solución!) de todo lo tiene la verdad. La vanagloria es gloriarse en aquello que no es verdadero, es apareer sin ser y aplaudir lo que es "cartón piedra"... Es creer que alguien (o nosotros) es más de lo que realmente es (verdaderamente, ¿quien y por qué, alguien es más?), o -y esto es lo más dramático [¡históricamente más dramático!]- creerse más que otros. Lamentablemente, esto no es exclusivo de los que aparecen en la Tele, sino de todo un modo de vivir y sentir:


            +  ¿Quién dijo que la mujer es inferior o menos que el varón?

            +  ¿Quién dijo que los bolivianos/paraguayos son "negros"?

        +  ¿Quién dijo que los "negros" (o la "nueva" y horrorosa versión "negros de espíritu")son menos que los "blancos"?

           +  ¿Quién dijo que los "villeros" son ladrones/vagos/borrachos (= malos) y no los que tienen cuentas en Suiza o en paraísos fiscales, o los que "retienen el salario de los obreros"?

            +  ¿Quién dijo que los discapacitados no están capacitados?
  
         +  ¿Quién dijo que el inglés es idioma y el guaraní, quecha o mapuche son un dialecto?

            +  ¿Quién dijo que nuestra historia empieza cuando llegaron los europeos, y antes de 1492 hay solamente "mitos" o leyendas"?

         +  ¿Quién dijo que la esclavitud negra es civilización y los calendarios mayas barbarie, o que el agotamiento de la capa de ozono es desarrollo y el respeto a la Pachamama superstición?

        +  ¿Quién dijo que somos un país sin prejuicios, racismo, discriminaciones y sectarismo?

            Y son importantes las respuestas, ya que cuando creemos (o nos creemos) algo diferente a lo que realmente somos, particularmente cuando nos creemos más (y más que otros), estamos engendrando una civilización donde el hombre se volvió incapaz de ser hermano del otro y donde sólo Dios esté por encima y sea el Padre, donde sólo Dios sea "glorificado" y donde el hombre se dedique de lleno al servicio del hermano.


            Humildad no es creerse tontos, "la humildad es la verdad" afirman claramente Gregorio Magno, Teresa de Avila, Teresa de Lisieux y la tradición espiritual puesto que "aun en el desprecio de la gloria hay peligro de vanagloria", como dice san Agustín. Pero la verdad no es reconocimiento de cierta superioridad sino de cierta diferencia. Diferencia que es don de Dios para el servicio del hermano. "¿Hay algo que se oponga tanto a la vanagloria como la verdad?" (san Bernardo). Es aquí que radica la centralidad de la verdadera gloria, la gloria de Dios. Es indispensable saber que todo viene de Dios y para el servicio de los demás. Como Cristo. De allí la exigencia de hacerse "servidores de los demás en el amor" (Gál 5,13)., algo inentendible para quienes buscan el aplauso, la fama o el raiting. Pocas cosas hay que se opongan tanto a esa gloria-vana como la cruz de Cristo: el reino del "fracaso" para la gloria superficial y el imperio de la "debilidad" para la fuerza del aplauso (ver 1 Cor 1,17-25). Pocas cosas hay tan distantes de esa "gloria vana" como estar dispuestos a "dar la vida por los amigos" (Jn 15,13), como estar decididos a "bajar de la cruz a los pueblos crucificados" (I. Ellacuría) o ser capaces de servir al hermano sin ser reconocidos por el aplauso o sin aparecer en la TV.


            Si la gloria de Dios es "el hombre que vive" (san Ireneo), y hoy podemos traducirlo diciendo que "la gloria de Dios es el pobre que vive" (mons. Romero), es posible que no seamos famosos, es posible que no aparezcamos en la Tele; es posible que seamos unos perfectos desconocidos, pero también es posible que seamos capaces de apuntar bien alto y buscar la verdadera gloria de Dios comprometiéndonos con la verdad de un Dios que busca y reclama el derecho y la justicia de sus hijos, es posible que buscando el bien de los otros, aún a costa de nosotros mismos, algunos digan que somos activistas políticos (como dijo el ex-presidente de los sacerdotes en huelga de hambre a causa de los violentos desalojos en la Villa 31 en enero de 1996) porque no entramos en el juego de buscar raiting (o porque parecemos quitar raiting a otros en este imperio de la competencia), es posible que otros aparezcan en la tele y sean públicamente reconocidos. Más que posible, ¡es una realidad! Pero sin dejar de esperar en un mundo mejor y sin dejar de trabajar y jugarnos por él, queremos reconocer con san Jerónimo que:

            «una cosa tienes también que evitar con toda cautela: no te dejes llevar por el ardor de la vanagloria. Jesús dice: ¿Cómo pueden creer ustedes que aceptan gloria unos de otros? Ahí ves qué clase de mal sea ése, pues quien lo tiene no puede creer. Nosotros, por el contrario, digamos: Porque mi gloria eres tú, y: El que se gloría, que se gloríe en el Señor, y: Si todavía tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo, y: En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí crucificado y yo un crucificado para el mundo. Y lo otro: De ti nos gloriaremos todo el día, y finalmente: Mi alma se gloría en el Señor.»


foto tomada de http://www.1de3.es/

No hay comentarios:

Publicar un comentario