sábado, 20 de junio de 2015

Una extraña pero útil biografía de Romero



Una extraña pero útil biografía de Romero

 Eduardo de la Serna





Motivado por una biografía sobre monseñor Romero quiero hacer unos comentarios.


En primer lugar, la influencia de dicha biografía en que se haya destrabado el proceso de beatificación de Romero. Luego una selección de textos de la misma (en pocos casos, con breve anotación marginal) y finalmente, una serie de reflexiones a partir de la misma.



I. Importancia de la biografía para la causa de mons. Romero


Pregunta: Santidad, llegamos al continente de monseñor Óscar Romero. Se ha hablado mucho de su proceso de santificación. ¿Tendría la amabilidad de decirnos en qué fase se encuentra, si está a punto de ser santificado y cómo ve usted esta figura?


Papa: Según las últimas informaciones sobre el trabajo de la Congregación competente, se están estudiando muchos casos y sé que siguen su curso. Su excelencia mons. Paglia me envió una biografía importante, que aclara muchos puntos de la cuestión. Ciertamente, monseñor Romero fue un gran testigo de la fe, un hombre de gran virtud cristiana, que se comprometió en favor de la paz y contra la dictadura, y que fue asesinado durante la celebración de la misa. Por tanto, una muerte verdaderamente "creíble", de testimonio de la fe. Estaba el problema de que una parte política quería tomarlo injustamente para sí como bandera, como figura emblemática. ¿Cómo poner adecuadamente de manifiesto su figura, protegiéndola de esos intentos de instrumentalización? Este es el problema. Se está examinando y yo espero con confianza lo que diga al respecto la Congregación para las causas de los santos.

Entrevista concedida por el Santo Padre Benedicto XVI a los periodistas durante el vuelo hacia Brasil (Miércoles 9 de mayo de 2007) con motivo del Viaje Apostólico con ocasión de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida.
(http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2007/may/documents/hf_ben-xvi_spe_20070509_interview-brazil.html)


Por lo que sé, la biografía en cuestión es la de Roberto Morozzo della Rocca [colaboró en la Positio], Primero Dios. Vita di Oscar Romero (2005) 440 p., Mondadori (collana Uomini e religioni). Seguramente un resumen de su obra, menos académico, es su reciente libro: R. Morozzo della Rocca, Óscar Romero. La biografía, UCA editores, San Salvador 2015 (traducción del texto de Edizione San Paolo 2015). El libro no tiene notas, bibliografía; cita textos, fundamentalmente de Romero sin hacer referencia a la fuente. Sin duda esto ha de deberse al sentido más de divulgación de este trabajo. Por tanto, supondremos que las fuentes y datos son precisos y correctos ya que – pareciera – el autor es un docente de prestigio. Como elemento complementario, señalo que por lo que pude ver, Morozzo pertenece a la comunidad San Egidio, a la que también pertenece Vincenzo Paglia (comunidad que ha hecho suya la causa de la beatificación de Romero). El prefacio es de Andrea Ricciardi (a quién Morozzo llama “biógrafo de Juan Pablo II” p. 182) fundador de San Egidio. Ambos son profesores de historia en la Universidad Roma III. Ricciardi, en la presentación califica la obra de Morozzo como: “contribución decisiva… reconstrucción de la verdadera historia… clarificación… importante para la causa de la beatificación”… No había aceptación del martirio porque “algunos obispos latinoamericanos… lo consideraban una figura ideológica, inexpresivamente progresista, manipulada por los grupos de teología de la liberación… símbolo de la izquierda latinoamericana… ícono ‘revolucionario’. Morozzo ha demostrado…” Cita a continuación al muy conservador cardenal Moreira Neves, claro adversario de la teología de la liberación, para decir que Romero le dijo que “voy a ser asesinado, no sé si por la izquierda o por la derecha” (p.10).



II. Citas literales del texto biográfico


Señalo a continuación varias citas literales del libro de Morozzo (en algunas realizo una nota marginal, estas entre corchetes). Finalizo con un comentario general.


“La romanidad fue un elemento decisivo en la formación de Romero… era de la generación de eclesiásticos que querían reformar la infausta – por no decir desastrosa – situación del clero latinoamericano con un perfil de disciplina y espiritualidad… Eso implicaba formar personal eclesiástico que saliera de in cierto provicialismo, que tuviera un sentido más universal de la Iglesia, que tuviera una firme disciplina moral, que distinguiera las esferas de la Iglesia y del Estado, que se alejara de la política para dar primacía a lo eclesial y a lo espiritual… refundar la Iglesia latinoamericana… tras siglos de régimen español de patronato y de interferencias entre lo sagrado y lo profano. Madrid había excluido a Roma de América Latina y los Estados que nacieron de la Revolución bolivariana (sic) querían hacer lo mismo para tener sometida a la Iglesia” (p.17).

“Romero unía ascesis y activismo, según un tradicional y fecundo ideal de perfección cristiana. Continuaba sus periódicos retiros espirituales ignacianos y frecuentaba el Opus Dei, a cuyo fundador Josemaría Escrivá de Balaguer conoció en 1955 durante un viaje a Europa” (p. 25).

“Se diría incluso que para Romero el comunismo es una consecuencia de la madre de todas las herejías: el liberalismo secularizador…” (p.27).

Escribe en 1965: “SENTIR CON LA IGLESIA, que concretamente significa apego incondicional a la jerarquía”. (p.32)

“El capítulo del Externado de San José no fue menos penoso para Romero. El Externado era un colegio universitario gestionado por los jesuitas. En el colegio se percibía la nueva orientación de los jesuitas salvadoreños que se habían pasado a la teología de la liberación…se difundían activamente ideas políticas de izquierda como, por otra parte, sucedía en la UCA, la universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de los jesuitas en San Salvador” (p. 41).

“Los autores que citaba en Orientación no pertenecían a corrientes contrarias al espíritu del Concilio, sino que eran teólogos y obispos que creían en el Vaticano II: Karl Rahner, Marcos McGrath, Eduardo Pironio y Leo Suenens” (p. 44).

“Son los años (sic) de la teología de la liberación. A ese respecto la postura de Romero era clara. Una teología de la liberación aceptable era la que llegaba hasta las realidades celestiales” (p. 46). “Romero seguía las intervenciones públicas de Pironio y en su pequeña biblioteca personal había hasta (sic) seis libros de Pironio (con señales evidentes de haber sido leídos, a diferencia de los libros que le regalaban otros exponentes de la teología de la liberación)”. “En octubre de 1972 (sic) Romero hablo al clero de San Salvador sobre un congreso en Antigua Guatemala, donde había intervenido el fundador de la teología de la liberación, el peruano Gutiérrez: ‘El padre Gustavo Gutiérrez dejó la impresión de ser un teólogo que ha madurado mucho y que se empeña en exponer con equilibrio una doctrina tan expuesta a la aceptación exagerada…” (p.48). Pablo VI había criticado un concepto teológico de liberación que no respetaba la libertad evangélica, “eufemismo” (sic) “que escondía métodos subversivos y alianzas peligrosas con corrientes anticristianas” (p.49). “Su postura sobre la teología de la liberación, a principios de los años setenta, sigue sustancialmente invariable en los años siguientes” (p. 53).

Una vez cumplidas sus prioridades indiscutibles, la oración y el trabajo, “su tiempo es para los amigos, de distinta extracción (como) los tiene en el Opus Dei, en especial su confesor, Fernando Sáenz Lacalle, de origen español” (p.53).

Al padre Juan Macho le impidieron el ingreso al país. Su catequesis era “calificada de ‘medellinista’ es decir, inspirada en la conferencia de los obispos latinoamericanos de Medellín, Colombia, donde habían intentado (sic) hacer una especie (sic) de actualización del Concilio Vaticano II para América Latina. La conferencia se había celebrado en el clima revolucionario de 1968 y, sin que muchos obispos fueran conscientes de ello (sic), la teología se había decantado hacia las ciencias sociales y políticas (sic)…” (pp.59-60).

“Romero no quería detenerse en enfrentamientos y disputas internas. No tenía ningún interés en dividir a los colaboradores y movimientos de la Iglesia en buenos y malos, ortodoxos y heterodoxos. Aceptaba y alentaba a unos y otros: Opus Dei y ‘liberacionistas’, sacerdotes ‘sacramentalistas’ y sacerdotes sociales…” (p.61).

EEUU “se preparaban para fijar precisamente en El Salvador la líneas de resistencia al adversario comunista en las Américas” (p. 63)

“guevarismo arrepentido” (sic) (p.65)

“El Salvador se diferenciaba de los países vecinos ístmicos y de los demás países latinoamericanos por la amplia presencia de católicos en los movimientos populares y en los grupos guerrilleros”… “quedaba como una marca de origen la exaltación del sufrimiento, del sacrificio, del martirio, de la muerte salvadora, del mismo modo que la cruz y la resurrección” (p.66)

“Muchos oligarcas que habían sido constructores de iglesias no eran católicos practicantes. Habían financiado la religión porque era un pilar de su orden social”… “La oligarquía depositaba en los protestantes la confianza perdida en los católicos, como si la Iglesia entera (sic) se hubiera convertido en comunista y subversiva” (p.67).

Cuando termina Chávez, “La Santa Sede ya tenía el nombre de su sucesor: Óscar Romero” (p.70) [¿no Rivera Damas? Nada de la influencia de Baggio y López Trujillo; p.170 dice que muchos preferían a Rivera]

Rutilio “se contraponía a Ignacio Ellacuría, el intelectual por excelencia de los jesuitas de El Salvador” que “teorizaba (sic) el cambio político del país en sentido reformador… creía en la fuerza de la ‘razón’ y en el arma de la ‘verdad’. Rutilio creía más bien en la pasión y en el amor inspirados por el Evangelio”… “Rutilio Grande amaba a las que él llamaba ‘las inmensas mayorías oprimidas’ del pueblo salvadoreño y las distinguía de las minorías acomodadas y urbanas que dejaba gustosamente a la atención de sus cofrades de la UCA”… “él no se oponía (sic) a que los campesinos, en nombre de la justicia cristiana, reivindicaran mejores salarios y se organizaran para ello”… (p.73); “la revolución que el padre Grande predicaba es inspirada por la fe” (p.74). “La muerte de Rutilio Grande… tuvo importantes repercusiones en el terreno en el que se movía el arzobispo” (p.75).

“Un conflicto con el Gobierno no se correspondía con sus inclinaciones de hombre de orden respetuoso de la legalidad y de los partidos establecidos” (sic, ¿legalidad?) (p.79).

“existe un mito político y populista de Romero, según el cual pasó de una tendencia conservadora a liderar moralmente al pueblo salvadoreño en la lucha contra la dictadura militar y oligárquica. Según este mito, tras la muerte de Rutilio Grande, Romero experimentó una verdadera conversión gracias a la cual un eclesiástico retrógado (sic) y reaccionario se transformó en un pionero de las luchas populares de liberación” (p.84).

“Romero, a partir de 1972, había estado en áspero desacuerdo con los jesuitas de El Salvador. De algún modo, el asesinato de Rutilio Grande lo acercó a la Compañía inesperadamente”… “los jesuitas de El Salvador creyeron instintivamente que se encontraban ante la fulgurante conversión de un enemigo suyo… Nace así la leyenda de la conversión de Romero… Varios biógrafos han escrito sobre conversión con cierta reserva. En cambio, a nivel publicitario, apologético, de narración popular y de expresiones pegadizas, la leyenda de su conversión se ha usado abundantemente para alimentar el mito del Romero político.” (p.85)

Hirezi “habla de un cambio en la ‘actitud externa’ de Romero, no en la fe… no fue una transformación de la fe de Romero. Él no cambió sus ideas fundamentales sobre Dios y sobre la vida cristiana”… “Esta transformación se interpretó como una conversión, Pero el término es impropio, y presupone que el lugar primario de la fe es la política”… “pero la fe de Romero no cambió” (pp.86-89) [¿quién dijo que cambió "la fe"?]

a. Hubo un cambio importante: “cambio gradual… nuevas responsabilidades…una evolución… un cambio…reaccionó como el Evangelio le pedía…cambio en la actitud externa… tenían que tomar un rumbo un tanto distinto…explicó su cambio de actitud… si queréis podéis llamarlo conversión, pero yo creo que sería más exacto definirla como un desarrollo del proceso del conocimiento… una fortaleza pastoral especial en una situación de conflicto o persecución… una actitud anterior… se transformó en una postura intransigente en la exigencia de justicia… El Romero arzobispo era distinto del Romero anterior. Eso es cierto… sintió una fuerte emoción interior y decidió convertir a los pobres en una razón de su vida” (pp.84-89).

b. “Romero se convirtió en defensor civilitatis, según la tradición de los padres antiguos de la Iglesia”… “decidió convertir a los pobres en una razón de su vida” (p.89)

“Se descubrió unido al clero diocesano. Aparcó (sic) sus reservas sobre la ortodoxia de algunos sacerdotes, sobre la politización de los jesuitas y sobre el ‘medellinismo’ de una parte del clero”… “el grado de fidelidad doctrinal de cada uno de los sacerdotes o catequistas era secundario; en cambio. Era crucial tener en cuenta que sus sacerdotes y fieles corrían el riesgo de ser asesinados. Había que defenderlos” (p.89)

“En conjunto, la violencia represiva, que contaba con los más amplios medios ofensivos, era cuantitativamente mayor y más brutal que la violencia subversiva (sic) pero (sic) por lo general una incitaba a la otra” (pp.91-92)

“No le escandalizaba el sistema político salvadoreño por sí mismo sino ‘la mentira, la distorsión, el engaño’, la bajeza moral… (p.93)

“Los aspectos cruciales de la crisis de El Salvador eran reelaborados por él en el plano religioso, lejos (sic) del terreno de la política” (p.95)

“Se extendió la convicción de que Romero creía justificada e inevitable una sublevación popular. Pero se trataba de una simplificación” de la tradicional tomista (p.99)… “estamos a favor de la oposición no violenta y de la transición gradual a la democracia, de ser posible, sin derramamiento de sangre” (p.101)

“En vista de la escasez de clero, se comprende el entusiasmo con el que fue acogida la fórmula de las comunidades de base en El Salvador y en otras partes de América Latina”… “muchos sacerdotes seguían un genérico progresismo medellinista que en San Salvador se asentaba en el cristianismo social de cuarenta años de gobierno diocesano de Chávez ¿Qué significaba ser medellinista? (p.104) Esa era la sensibilidad que seguían los jesuitas… Ningún arzobispo de San Salvador habría podido prescindir de su apoyo, y aún menos en períodos de crisis” (p.105)

Romero “conservador en los principios y profético en la palabra” (p.106)

Anécdotas, cartas seguramente reales pero… ¿a qué vienen? P.ej.106-109

“Los miembros de las comunidades de base eran mayoritariamente campesinos, gente sencilla, que recibía el mensaje de los sacerdotes y catequistas de sensibilidad medellinista como una gramática de vida. El Reino de Dios debía hacerse realidad a través del rescate de la opresión económica y política” (p.111).

“incluyó en la confesión íntima de sus pecados el hecho de haber dejado de lado la politización de las comunidades de base” (p.112) [¿de dónde saca esa “confesión de sus pecados”? sería de esperar en su diario, pero no dice nada al respecto]

“La acusación más frecuente contra Romero era la de hacer política… y si por necesidad del momento estoy iluminando la política de mi patria, lo hago en cuanto pastor… la tarea de la Iglesia es cristianizar esta política” (pp.114-115)

“Muchos cristianos identificaban el Reino de Dios con la revolución… pero en su razonamiento no había lugar para la revolución” (p.116) “miraba con respeto y simpatía a las organizaciones populares de la izquierda”. “pensaba que un socialismo latinoamericano habría podido tener rasgos distintos del soviético o del chino. Eso sin embargo no significaba en absoluto que fuera favorable al marxismo” (p.118)… “no era equidistante en la sociedad salvadoreña… eso no significa que Romero perteneciera a la izquierda” (p.119). “Romero no tenía familiaridad con el marxismo. Sabía poco de sociología y de filosofía. Sus lecturas, incluso en los tres años de arzobispo, son mayoritariamente obras del magisterio, patrística, textos de exégesis bíblica, de devoción y espiritualidad” (p.120).

“El hecho de que cualquier acto de Romero tuviera una fuerte repercusión política no significa que entendiera de política” (p.121)

“Los diplomáticos acreditados en El Salvador (sic)… consideraban que era un estorbo y negativo en el plano político. La embajada estadounidense era cortes con el arzobispo. Pero evitaba tenerlo como interlocutor político” (p.122) [¿ese es el ejemplo de “los diplomáticos”?, ¿justo los de EEUU?, ¿justo Carter?]

“Gracias a la formación romana que había recibido Romero distinguía entre espada y cruz, entre Estado e Iglesia, entre política y religión” (pp.122-123)

“La pastoral de Romero mantenía un carácter tradicional” (p.127) [cf. p.89: “tradición de los padres”]… “rasgos clásicos del buen obispo tridentino” (p.128). “En la arquidiócesis de Romero había un gran pluralismo de expresiones de movimientos eclesiales él estaba especialmente unido a los cursillos de cristiandad y al Opus Dei; visitaba con gran cordialidad a Alcohólicos Anónimos, tenía una buena relación con los neocatecumenales y los Caballeros de Cristo Rey, con los grupos de Encuentros Conyugales y los carismáticos…” (p.129)

El hospital para enfermos terminales era de “enfermos terminales pobres” (p.129) [¿sí?] (= p.153)

“Sus homilías tenían la peculiaridad de unir íntimamente el comentario bíblico y la historia humana. No estamos hablando de las estrellas, aclaraba” (p.132)

“Los documentos magisteriales más amados por él son la Gaudium et spes y la Evangelii nuntiandi” (p.134)

“Jerusalén a la que llegaron los tres reyes magos (sic)” (p.136) [irónicamente en el texto citado Romero dice “si de verdad eran reyes”, 6 enero 80]

“La misma opción por los pobres no era política, sino religiosa, asociada al magisterio reciente de la Iglesia” (p.138)

“El Salvador es un país crucial en la reanudación de la Guerra Fría que se vive entre Este y Oeste, a finales de los años setenta y se convierte en escenario de un choque violento e ideológico que fascina a los medios de comunicación” (p.141)

“José Calderón Salazar… afirma haber escuchado esa expresión (“resucitaré en el pueblo…”) a Romero en una conversación telefónica dos semanas antes de ser asesinado… Este texto ocupa el centro del mito del Romero profeta populista... numerosos amigos del arzobispo se han mostrado perplejos ante el artículo de Calderón” (pp. 142-143)

“Los jesuitas de El Salvador han sido acusados de haber influenciado a Romero. No es en absoluto ilegítimo intentar influenciar a alguien, convencerlo sobre algo o transmitirle unas ideas” (p.145)

“Romero recibió incluso amenazas de muerte de la izquierda” (p.146)

“Su confesor era un anciano jesuita, el padre Azcue, un párroco a la antigua usanza que en la diócesis era considerado un ‘sacramentalista’… al mismo tiempo tenía un referente espiritual en el padre Sáenz Lacalle cercano al Opus Dei… aceptó la invitación de Sáenz de participar mensualmente en jornadas de reflexión y amistad con sacerdotes del Opus Dei… También el día de su muerte, Romero participó en un encuentro de fraternidad sacerdotal con ellos, que aquel 24 de marzo se combinó con excursión al mar” (p.146) y las cuestiones “espirituales que le preocupaban (las abordaba) con el redentorista Fermín Aranguren, de tendencias más bien tradicionales” (p.147)

Cree “en la utopía” y es propio de su “investidura” (p.149)

“Los teólogos de la liberación han presentado la actividad de Romero como la encarnación de dicha ideología (sic), aunque él no la siguiera. En realidad él se preocupaba por seguir la teología oficial de la Iglesia (sic)”… “leyó con gusto los libros del cardenal Eduardo Pironio, en los que se reflejaban algunos temas de la teología de la liberación en su versión pastoral, religiosa, mística – y no política –típica del autor”… “Si Romero tuvo interés por entender qué era la teología de la liberación fue por motivos pastorales (parte de su clero la seguía con simpatía) y por su patriotismo latinoamericano (sic), por el cual miraba con benevolencia todo lo que se producía in loco también en el ámbito espiritual. Era el respeto por la ‘teología que se elabora en nuestro continente’... sentía el problema (sic) de la identidad de la Iglesia continental…” (p.150)

“Decía a sus colaboradores que “no había necesidad de recurrir a enfoques teológicos novedosos o liberadores sino basarse y actuar conforme a las bienaventuranzas. Es decir, pensaba como pastor y no como teólogo” (p.151). “Creía más en hombres nuevos que en estructuras nuevas” (p.152); “para Romero los pobres no tenían un aire ideológico. No eran un elemento de la historia política” (p.153).

Respondió a un periodista que sí se apoyaba en la teología de la liberación, “pero que habían dos pensamientos en dicha teología, el que se apoya solamente en cosas terrenas y desea una solución inmediata, y la otra, que emana del mensaje de Jesús, que vino a quitar el pecado del mundo” (p.154) [remite a una carta pastoral que en realidad es homilía del 18/12/77, 4º domingo Adviento]

Romero insiste que “la Iglesia… no es comunista” (p.156) [= papa Francisco, era la acusación de la derecha]

Enfrentamiento con otros obispos. Su auxiliar fue quien sugirió “la visita apostólica” de Quarracino en vista a la “eventual posibilidad de retirar a Romero”: hablaban mal de Romero en Roma, en ambientes de Gobierno, en Puebla, intentaron boicotear su Nobel, e incluso negaron la persecución a la Iglesia (p.159) le cuestionaron la teología (p.160) pero en realidad eran “celos y envidia” (p.161). A los pedidos vaticanos de insistir en la unidad de la Iglesia “destacó la irrenunciabilidad de las ‘exigencias del Evangelio y de la conciencia’, no sacrificables en aras de una unidad artificial” (p.163). Los obispos contrarios a Romero afirmaban que “era heterodoxo, desequilibrado mentalmente, enfermo psíquico grave y que estaba dominado por sus asesores, especialmente por los jesuitas” (p.164).

“Según Gerada (el nuncio) Romero ‘giró 180 grados’ tras la muerte de Rutilio Grande” (p.165), él fue gestor – con Baggio - de la visita de Quarracino (p.166), quería que las críticas al Gobierno se hicieran ‘de maneras suaves’ (p.166-167).

El cardenal Villot le escribe que debe mejorar la relación con Gerada y los obispos “todo ello podrá, por un lado, ayudar a conseguir una más serena, equilibrada y no parcial visión de las condiciones del país y, por otro, podrá favorecer eficazmente la búsqueda de una solución equitativa y pacífica para los numerosos problemas que afligen a esa nación” (p.168).

Romero dijo que Grande y Navarro “tenían ‘limitaciones’ y ‘deficiencias’ debidas entre otros motivos a su entorno…” (p.171).

En su paso por Roma “había defendido su actuación también con Pironio y Arrupe, partidarios suyos” (p.173)

La carta a Juan Pablo II “cabe calificar(la), como mínimo de desafortunada” (p.175)… “sólo podía tener efectos desfavorables para Romero” (p.176). Quarracino “se presentó de improviso” enviado por Baggio (p.177).

En Puebla eligió la comisión “de ‘evangelización y promoción humana’ que debía tratar también la teología de la liberación” (p.178) [¿a qué fue a encontrar teólogos a Washington 14 en Puebla?]

La muerte de “un sacerdote y cuatro jóvenes” (p.179) [¿no pasó nada con Juan Pablo II?, cf. p.181]

Pidió audiencia con Juan Pablo II en Roma “por un canal equivocado”, fue Juan Pablo quien tomó la iniciativa “como si no supiera que Romero quería reunirse con él” (p.180). Cuando le cuenta lo ocurrido con Octavio, el Papa pasa a hablarle de Polonia, “comparaciones que entonces Romero no comprendió” (p.181) guiado por la experiencia polaca, Juan Pablo entiende que la “unidad episcopal es un primum irrenunciable” (Ricciardi): “Insistiendo solo en la unidad del episcopado y aceptando el juicio negativo que Romero tenía sobre el gobierno salvadoreño, el papa manifestaba una sensibilidad distinta a la de otros ambientes vaticanos que le habían pedido el restablecimiento de buenas relaciones con el ejecutivo” (p.182). (sic)

Al día siguiente “apareció un estado anímico de ‘depresión’… Roma y el magisterio de la Iglesia, encarnado en la figura del Papa, constituían la estrella polar de su fe. Probablemente no comprendió el sentido de las recomendaciones del papa. En aquellos momentos, Romero supuso, sin equivocarse, que sus problemas con Roma tenían su origen en el nuncio Gerada, que había informado mal” (p.183)… Continuó sintiéndose atormentado. No entendía que el coloquio con ¨Juan Pablo II, y el juicio que el papa presumiblemente había expresado al respecto, había hecho inmediatamente que la curia dependiera menos de las críticas que llegaban de ultramar contra Romero…” No había reparado en la importancia de la comparación entre Polonia y El Salvador que Juan Pablo II había hecho” (p.184)

Una nueva audiencia con el Papa (cuando el doctorado Honoris Causa en Lovaina), allí le dijo que “hay que defender mucho, con tesón, la justicia social y el amor a los pobres, pero también hay que estar muy atentos a las ideologías que se pueden infiltrar en esta defensa de los derechos humanos, que a la larga son igualmente ofensas a los derechos humanos” (p.187). “Casaroli comunicó al arzobispo que la diplomacia estadounidense lo consideraba sospechoso de estar en una línea revolucionaria popular… se mostró preocupado por posibles hipotecas ideológicas que la Iglesia salvadoreña pudiera tener que soportar a causa de un apoyo a las reivindicaciones del pueblo”… “en mayo de 1979 se había ido de Roma sin haber comprendido que Juan Pablo II le había dado su confianza… (ahora) volvía casi eufórico, reforzado por la total solidaridad del papa, expresada en términos personales y fraternos” (p.187)

Cuando Wojtyla fue a El Salvador quiso rezar en su tumba en la catedral, “desoyendo así clamorosamente un programa que evitaba hacer memoria del arzobispo” (p.188) [programa ¿de quién?] “La presentación ideal de su figura había sufrido ‘casi en la tarde misma del asesinato’, como declaró Rivera Damas, una distorsión interpretativa que lo despojaba de la dimensión religiosa para convertirlo en un símbolo de la política” (p.188).

“Duarte (era) una especie de Perón salvadoreño” (sic) (p.190)

“Respondía a las críticas de aquellos a los que definía como ‘oposicionistas por profesión, prejuicio o posición política, invitando a ‘comprender la agilidad de la historia’: ‘Aprendamos a hablar el lenguaje político y no solo el violento” (p.196) “la Iglesia apoya todo aquello que fomenta el cambio estructural”… ante las críticas por su apoyo a la Junta, “se entristeció, sobre todo, porque el documento revelaba, en personas de la Iglesia, una sensibilidad más política que religiosa"  (p.197).

“El general argentino Saint-Jean, tres años antes, había anunciado: ‘primero vamos a matar a todos los subversivos, después a sus colaboradores, después a los indiferentes y por último a los tímidos” (p.198).

“Él juzgaba en base a un principio: a la Iglesia, ‘en las diversas coyunturas políticas lo que interesa es el pueblo pobre’. ‘El mundo de los pobres’ era, en el campo sociopolítico, ‘el último criterio que es teológico e histórico para la actuación de la Iglesia’: ‘según les vaya a ellos, al pueblo pobre, la Iglesia irá apoyando desde su especificidad de Iglesia, uno u otro proyecto político’” (p.200).  “La Junta debía tener en cuenta las organizaciones populares, que, por su parte, debían desprenderse de los elementos negativos que había en ellas” (p.201)

“Sabía que era utópico, pero el cristiano –decía- creía en los milagros. Predicaba sobre “las bodas de Canaán (sic) (p.204)

“se despertaba repentinamente a causa del ruido de los aguacates que a veces caían sobre el techo” (p.208).

En la Basílica del Sagrado Corazón un atentado con bombas no funcionó por el temporizador (72 cartuchos de dinamita), hubiera destruido toda la Basílica. “El explosivo no era del tipo generalmente usado por la guerrilla” (sic) (p.209)

El 24 de marzo “Va de blanco. Significa que va al mar” (sic). Va “con unos sacerdotes del Opus Dei”. “Se trata de uno de los periódicos retiros de Romero con la Orden (sic)” preocupado por las cosas de valor de la catedral, que estaba tomada, pide a Sáenz Lacalle “que retire provisoriamente lo que encuentre de valor”. “Va a confesarse con el padre Azcue” (p.213).

En lugar de decir que terminó “la homilía” dice “terminó la misa”. El disparo se escucha “proveniente de uno de los accesos a la iglesia” (sic) Durante la ceremonia del funeral “explotó una bomba en la plaza, o tal vez más de una… con una alta probabilidad, el caos empezó con el estallido de una bomba de papel, un grande pero inocuo petardo que no provocó víctimas. Militantes armados de la izquierda empezaron a disparar sin orden ni concierto, cuando no estaba claro si había militares escondidos disparando también desde los edificios de los alrededores. Por otra parte los muertos se debieron casi exclusivamente al terror…”  (pp.214-215)

“Hasta hoy, el Estado salvadoreño que ha sido gobernado alternativamente por la izquierda y por la derecha, no ha derogado la Ley de Amnistía” (p.216). Roberto D’Aubuison “aunque había recibido formación militar en Estados Unidos, fue censurado por sus excesos sanguinarios (sic). Los diplomáticos estadounidenses lo calificaron como ‘asesino psicópata’ y se opusieron (sic) a su ambición de convertirse en presidente de El Salvador” (p.217)

“Romero no cambió sus convicciones profundas al asumir el cargo de arzobispo de San Salvador. Se mantuvo firme en sus raíces espirituales, basadas en la tradición, en el magisterio y en el Evangelio. Tuvo que hacer frente a una situación trágica y salieron a la luz sus dotes de predicador y de personaje público. Sin el Romero sacerdote diligente, hombre de oración, fiel a Roma y al Vaticano II probablemente no habría existido el Romero arzobispo apasionado y carismático”…  “el Romero arzobispo no era alguien que se había convertido en el camino de Damasco” (p.219)

“Aunque Romero fue sacerdote y obispo romano, no fue un obispo de Occidente. Se trata de un dato que deben tener en cuenta los que han considerado como excesivos sus posicionamientos contra las autoridades públicas o aquellos que han considerado poco eclesiástica su insistencia en los derechos humanos” [hace referencia a la Doctrina de la Seguridad Nacional, al fraude institucional] “Romero fue un obispo en la cruenta América Latina de su tiempo. No fue obispo en un país de Occidente políticamente correcto” (sic) (pp.220-221) [¿qué entiende por “Occidente” este señor?]

Fue asesinado por odium fidei. No por odio a sus posiciones políticas (sic)… [no distingue la fe que mueve a Romero de la política que mueve a los asesinos] (p.221)

“Ha existido un mito político de Romero que no ha ayudado a superar los prejuicios hacia él como agitador de masas, incitador a la subversión y fanático del éxito mediático. La glorificación de Romero ‘mártir del pueblo’, según terminología de la guerrilla… entendiendo por ‘martirio’ morir con la metralleta en la mano en nombre del pueblo. El mito encerró a Romero en la jaula de los enfrentamientos ideológicos de su época”… “Además, con el paso del tiempo, se ha arrojado más luz sobre Romero y sobre su historia…”  (p.223)

“Más allá de los afectos y de las aversiones de los que fue objeto, de sus éxitos y de sus fracasos, de sus impulsos y de sus límites, Romero es un hombre que antepuso el ser cristiano a la defensa de su vida” (p.225).



III.             Reflexiones a partir de la biografía


Leyendo la Biografía de Morozzo, me surgen una serie de reflexiones.

1.- Pareciera que el autor – que seguramente es un reputado historiador – no tiene mucha idea de lo que está investigando. Seguramente no es su campo habitual de investigación. El habitual “ombliguismo” europeo, en este caso italiano, se nota con mucha frecuencia. No sólo por los autores citados – pocos, como se dijo, dada la intención divulgativa del texto – todos ellos italianos, y la aludida importancia de “Roma” para corregir los males que “España” ha dejado en la Iglesia latinoamericana; la curiosa idea de que América Latina no es “Occidente”, y también las curiosas referencias eclesiales. La pobre imagen del autor sobre los documentos de Medellín ya lo desautorizarían para hablar de un obispo latinoamericano que hizo suya su pastoral y magisterio. Decir “3 reyes magos”, “bodas de Canaán” y que “terminó la misa” al terminar la homilía no parece de alguien informado.

2.- Pareciera que al autor se le encargó deshacer una serie de cosas que se han afirmado de Romero, ya que hay repeticiones casi exasperantes, capítulos enteros dedicados a un tema. La insistencia de que Romero era un “religioso” y no un “político”, absolutamente innecesaria, útil sólo para aquellos sectores eclesiásticos que nunca reconocieron que el compromiso con los pobres y los derechos humanos de monseñor estaba movido por el Evangelio, resulta cansadora.

3.- Con insistencia el autor cuestiona la “teología de la liberación” de la que manifiesta desconocer absolutamente todo. Decir que Gustavo Gutiérrez “ha madurado” en un dicho sacado de contexto es incomprensible. "Madurado" ¿con respecto a cuándo? ¿A su libro fundacional? Romero en 1972, ¿afirma que Gutiérrez ha madurado mucho de su obra de 1971? Las referencias a Ignacio Ellacuría son confusas, ¡y pobres! Basta ver el Diario de Romero (o su conferencia al recibir el Doctorado Honoris Causa en Lovaina) para ver la relación e influencia de Ellacuría en la pastoral de Romero:

El 28 de mayo de 1979 afirma que almorzó con Sobrino y Ellacuría “para platicar acerca del proyecto de una carta pastoral sobre la situación del país y la misión de la Iglesia, que espero se publicará para el próximo 6 de agosto. Nos reuniremos dentro de 8 días para concretar el esquema que ya se espera para entonces tener preparado”. El 5 de julio de 1979 vuelve a reunirse con varios jesuitas, Ellacuría entre ellos. Los casos se repiten en otras oportunidades en los que alude a Ellacuría como asesor, ayuda para presentar temas, preparación de homilías… Siendo que Romero pidió a Pablo Richards la predicación del retiro del clero en 1979 (y que volviera en 1980, cosa que no se concretó por el asesinato del obispo), no es muy claro a qué “teología de la liberación” se refiere el autor, o a qué “dichos sobre la teología de la liberación” responde.

4.- No se entiende el intento de mostrar a Romero como miembro o amigo del Opus Dei, o de los “movimientos eclesiales”; decir que Sáenz Lacalle era su confesor, cosa que desmentirá más adelante en dos ocasiones – afirmando que lo era el jesuita Azcué, y cosa que Romero confirma en su diario – resulta patético. El intento de mostrar a Juan Pablo II como el que lo comprendió y lo alentó no parece creíble, y su comparación con Polonia (lo mismo que la omisión de dichos y textos) pareciera una búsqueda de “adecuar”. Algo semejante dijo el cardenal Rodríguez Maradiaga en su paupérrima homilía en la vigilia de la beatificación (el 22 de mayo).

5.- Hay elementos en los que no pareciera hacerse referencia a la “maldad” ambiente… se dice que el programa de la visita de Juna Pablo II a El Salvador “evitaba hacer memoria”, ¿quién hizo ese programa? Se dice que Romero fue usado “políticamente”, ¿por qué la Iglesia no lo “usó religiosamente” desde el primer día? ¿O será porque precisamente los mismos que lo rechazaron en vida fueron los que lo “politizaron”? Que Romero se guie con el Evangelio y la teología para su pastoral no implica que no sea leído “políticamente” por sus adversarios.

6.- Resulta extraña la pobre comprensión política de América Latina del autor. Hablar de El Salvador y su lugar “crucial” en la Guerra Fría parece por lo menos ingenuo (o parcial). Hablar de la diplomacia de los EEUU como que no aceptan a Romero y no verlo geopolíticamente hace sospechar de la lectura política del autor. No hay referencia, por ejemplo, al pedido de Romero al presidente Carter de que no apoye la compra de armas del ejército. No se cuestiona la “legalidad” del gobierno, y pareciera que Romero tampoco. No hay un gobierno ilegal, ilegítimo y fraudulento, pareciera. La opinión de la guerrilla es extraña, la llama indistintamente subversión, o terrorismo. No parece tener una mirada seria ni adecuada sobre los conflictos latinoamericanos.

7.- Sobre la “conversión” de Romero, afirma que se usa la palabra mal, pero en el mismo párrafo él también lo hace. Que haya una conversión “política”, “pastoral”, “prudencial”, no implica que Romero haya cambiado su fe (como tampoco cambió Pablo y sin embargo se habla de “conversión de Pablo”).

8.- Sobre el dicho “resucitaré en el pueblo" parece ignorar algo evidente: si el reportaje fue telefónico es evidente que no hay texto escrito ni grabado (y es muy frecuente la realización de ese tipo de reportajes). Obviamente en esos casos se confía en la honestidad del periodista. Que el texto haya sido usado por algunos sectores no quita que pueda haber sido pronunciado. Fuera de esto, no es diferente de muchas “últimas palabras” (de Carlos Mugica, por ejemplo) cosa que incluso hacen los Evangelios sobre Jesús.

9.- Presenta a los campesinos de las CEBs como manejables por sectores. Ese desprecio a los pobres me resulta lamentable.  

10.  Romero “tradicional”. Obvio que lo era, como era tradicional Ambrosio negando la entrada en la catedral al emperador. Ahora, entender “tradicional” como “tridentino” es ciertamente restrictivo y limitado.

11. Presentar a la Teología de la Liberación como “ideología”, y contrastarla con una cierta “teología oficial de la Iglesia” (¿cuál sería la “oficial”?, ¿existe una teología “oficial”?), relacionar la cercanía (antes negada) con un cierto “nacionalismo latinoamericano” resulta empobrecedor (o ignorante de lo propio latinoamericano). Es interesante recordar lo que el mismo Romero, en su Diario al comentar su doctorado en Lovaina afirma: “Algún teólogo, que tenía prevenciones contra la teología de la liberación, manifestó que había entendido muchos puntos que él no entendía y que sentía que, de verdad, América Latina tenía su propia teología, sin dejar de ser la teología de la Iglesia” (2 de febrero de 1980). También resulta interesante su referencia el 5 de febrero de 1979 contando que al mediodía visitó a “un grupo de teólogos que en la calle Washington 14 están a disposición de los obispos, dándonos una valiosa colaboración, asesoramiento de teología”. No está de más recordar que ante la prohibición de López Trujillo de que los teólogos de la liberación acompañaran a los obispos en Puebla, estos se alojaron en la casa de las religiosas carmelitas, de Puebla, sitas en “¡Washington 14!”. Romero consultaba a los teólogos de la liberación en su participación en Puebla, ¡curiosamente!


Conclusión

Pareciera que el libro de Morozzo della Rocca buscó desmontar los “mitos” construidos en torno a Romero, ligado a la teología de la liberación, como político y de izquierda, enfrentado con el Papa Juan Pablo II, convertido a la izquierda a partir del asesinato de un sacerdote (que, además, tenía sus defectos)… Romero es presentado como una suerte de “flotador” entre izquierda y derecha, entre ortodoxos del Opus Dei y liberacionistas medellinistas en pro de la unidad de la diócesis en momentos de crisis. Un obispo tradicional, romano y que fue matado en la celebración eucarística, recién confesado. Que lamentablemente fue utilizado por los sectores de la izquierda que son los responsables del freno al proceso de su beatificación.

Pero parece que el texto de Morozzo fue lo suficientemente eficaz y logró que Óscar Romero fuera finalmente beatificado. Irónicamente quisiera concluir destacando que debemos agradecer a Morozzo su aporte aunque finalmente, la Iglesia haya beatificado “a otro”. La beatificación del “Romero según Morozzo” no le importó al pueblo salvadoreño que celebró que “su santo” finalmente era reconocido. Y, al fin y al cabo, aunque guiada por biografías pobres, superficiales y hasta ignorantes de tanta realidad, las imágenes y el nombre de Óscar Romero podrán mostrarse en iglesias. “San Romero de América, mártir verdadero y pastor fiel, ¡ruega por nosotros!”




Foto tomada de la UCA.edu.sv